La fiscal de La Plata solicitó la máxima pena temporal, la defensa de Pablo Colaci rechazó el planteo y fue por la libertad. El detalle de la sentencia.
La Justicia Penal de La Plata sentenció a 20 años de prisión al urólogo Pablo Colaci, tras ser encontrado culpable de catorce casos de abusos sexuales gravemente ultrajantes. El veredico dado por juicio por jurado ciudadano se convirtió en la grave pena impuesta por la magistrada del caso.
En la audiencia de cesura la fiscal Helena de la Cruz pidió la máxima pena temporal establecida en el Código Penal argentino: 50 años de prisión. Por su parte los defensores Gabriel Mendy y José Luis Villada alegaron que se trata de un mismo delito continuado (concurso ideal de delitos), que ante ese esquema la escala penal oscila entre 4 y 10 años de prisión, por lo que solicitaron que se dé por acabada la pena con los seis años de prisión preventiva que lleva cumplidos y se dicte la inmediata libertad del médico.
Tras escuchar a las partes la jueza Silvia Hoerr, integrante del Tribunal Oral Criminal II de La Plata, dispuso una condena de 20 años de prisión. El médico lleva 6 años tras las rejas y le resta un buen tramo para poder acceder a salidas transitorias.
Colaci había llegado a juicio oral acusado de abusos a 18 pacientes, de los cuales uno fue retirado durante el proceso y otros dos fueron descartados posteriormente debido a que la fiscalía encontró bagaje probatorio en quince casos. Sin embargo, al leerse el veredicto fue encontrado culpable en catorce de esos hechos de abuso sexual gravemente ultrajante. En el hecho restante el jurado lo declaró inocente.
Tras el debate ocurrieron dos hechos llamativos cuyos protagonistas fueron el defensor Villada, quien fue baleado en un extraño episodio, y la fiscal, a quien se le incendió por completo su vivienda en City Bell
Los primeros días de audiencia estuvieron marcados por los testimonios de pacientes que denunciaron a Colaci. En un ambiente cargado de tensión y emoción, los denunciantes detallaron los presuntos abusos sufridos durante las consultas médicas. Sus declaraciones fueron claves para establecer el contexto de los cargos que enfrenta el acusado.
La siguientes jornadas incluyeron los testimonios de varios médicos del Hospital Evita Pueblo, donde Colaci ejercía su profesión. Los testigos ofrecieron perspectivas médicas y personales sobre la conducta profesional del urólogo, contribuyendo a la complejidad del caso. Uno de los momentos más cruciales del juicio ocurrió cuando se presentaron peritos oficiales en psicología que dieron un dictamen parcialmente distinto a sus pares psiquiatras.
En la cuarta jornada, declararon tres especialistas del Hospital San Martín, quienes aportaron su análisis y evaluaciones sobre el comportamiento de Colaci. Estas declaraciones intentaron arrojar luz sobre si el acusado poseía algún tipo de patología que pudiera explicar su comportamiento.
El quinto día del juicio se centró en la salud mental de Colaci. Los defensores Mendy y Villada insistieron en que los informes psicológicos no mostraban indicios de parafilia ni desviaciones sexuales, reforzando su postura de que el acusado no tenía intenciones sexuales en su conducta profesional.
En un momento de alta emotividad, Colaci hizo uso de su derecho a la última palabra antes de que el jurado se retire a deliberar. Con la voz quebrada por la emoción, comenzó relatando los difíciles comienzos de su vida. Nacido de casualidad debido a un problema de salud de su madre.
El acusado también compartió un doloroso episodio de su niñez: la trágica muerte de su padre. Hace cuarenta años, su padre fue apuñalado en el corazón en un hecho de inseguridad en La Plata. «Mi hermana y yo tuvimos que salir a trabajar muy jóvenes para ayudar a nuestra madre», recordó Colaci, visiblemente afectado.
Continuó su relato con la enfermedad terminal de su madre, describiendo cómo él y su hermana recorrían hospitales en busca de una cura y soluciones que nunca llegaron. Esa experiencia lo marcó profundamente. Decidió ser médico para ayudar a otros a no pasar por lo mismo. «Visualicé la medicina como un camino para dar todo por el paciente, estar siempre a su disposición, mientras mantenía una constante investigación y actualización profesional».
El urólogo concluyó sus últimas palabras con una ferviente defensa de su integridad profesional y moral. «Nada más lejos de mi intención que buscar placer con mis pacientes», imploró al jurado que, finalmente, lo encontró culpable de hechos aberrantes.