Se cumplen 18 años de la desaparición de Julio López y el reclamo de justicia sigue tan vigente como la impunidad de quienes lo secuestraron por segunda vez.
Este miércoles se cumplen 18 años de la segunda desaparición de Julio López, el albañil que fue testigo clave en el juicio realizado en 2006 en el que fue condenado el genocida Miguel Etchecolatz, uno de los jefes de la Policía Bonaerense durante la dictadura militar.
«No hay novedades desde hace 18 años», dice a 0221.com.ar en tono irónico su hijo Rubén López, quien de todos modos relata las líneas de investigación que siguen abiertas.
Julio López, quien había sobrevivido a su paso por los centros clandestinos de detención de La Plata, como la Comisaría Quinta y el Pozo de Arana, desapareció el 18 diciembre, día en que en el juicio contra Etchecolatz se iban a leer los alegatos. Nunca más se supo de él y todas las pistas que surgieron desde entonces llevaron a camino sin salida.
Ahora, su hijo no abriga expectativas de que alguna vez se sepa lo que ocurrió. Sin embargo, no baja los brazos en la búsqueda, y cuenta que en la actualidad hay dos líneas de investigación en torno a la cual se esperan respuestas.
Un eterno pedido para que se realicen estudios de ADN a 66 tumbas NN del cementerio de La Plata y una presentación para que se desclasifiquen archivos de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) de los que podría surgir algún dato sobre el cual trabajar.
Respecto de las tumbas, el pedido es de vieja data y nada tiene que ver con los féretros y restos hallados este año y denunciados por la gestión del intendente Julio Alak. «Ya se realizó el estudio de trazabilidad que habíamos pedido y se descartó que allí pudieran estar los restos de papá», dijo Rubén.
Sobre ese viejo pedido, Rubén explicó que es una tarea de investigación por la que se pidió y aún no hay respuesta. «Esto lo pedimos hace más de 3 años. Se hizo un relevamiento en el cementerio, se encontraron 66 tumbas con NN y se pidió que se hiciera ahí la investigación pertinente. Ahora el tema es que todavía no tenemos respuesta», ahondó al respecto.
Como ya había contado el propio hijo de Julio López a 0221.com.ar, se trata de restos relevados entre 2006 y 2022. «Para nosotros, la única manera de saber a ciencia cierta si alguno de esos cuerpos es el de mi viejo es necesario que se exhumen y se hagan los estudios de ADN -profundiza-, descartando aquellos que por unas cuestiones lógicas no corresponderían, por no ser de un hombre o de determinada edad», detalló.
La fiscalía que lleva adelante la investigación no ha brindado en los últimos meses información a la familia, la cual espera que el pedido se destrabe y sea convocado para los estudios el Equipo Argentino de Antropología Forense.
El otro pedido de la familia de Julio López es más reciente y apunta a la desclasificación de archivos de la SIDE. «Es un pedido que realizamos hace unos cuatro meses, pero todavía no tenemos ninguna novedad», explica Rubén.
Prefiere no aventurar lo que pueda surgir de ese material, pero la expectativa es que se abran pistas nuevas que acerquen a la verdad de lo ocurrido con Julio López después de su segundo secuestro aquella mañana del 18 de septiembre de 2006.
La declaración de Julio López que resultó clave para condenar por primera vez al expolicía Miguel Etchecolatz como genocida. El 28 de junio de 2006, López relató su secuestro de fines de octubre de 1976, cuando un grupo de tareas comandado lo secuestró de su casa y luego mantuvo en condición de desaparecido en cuatro centros clandestinos de detención, donde sufrió torturas y vio torturar y asesinar a compañeros y compañeras de cautiverio.
López pudo identificar al represor como quien participó del operativo de secuestro y como uno de los que les aplicaba torturas a él y a otros detenidos en el centro clandestino de Arana. Con detalle y precisión, el albañil y militante peronista identificó a los hombres y mujeres que estuvieron detenidos en condición de desaparecidos en los mismos lugares que él, identificó a los represores que torturaban y describió los centros clandestinos en los que estuvo detenido, lo que permitió reconstruir el circuito represivo que funcionó en La Plata en aquella época.
El 18 de septiembre de 2006, López salió de su casa, en Los Hornos, para dirigirse al Salón Dorado de la Municipalidad platense donde el Tribunal Oral Federal (TOF) N° 1 llevaba adelante el juicio y debía oírse en esa jornada los alegatos finales, pero nunca llegó. Su hijo recordó que «ya la noche anterior había dejado la ropa lista que iba a ponerse, había acordado quién lo iba a pasar a buscar, pero cuando mi primo llegó a la casa ya no estaba. Al igual que mi hermano, (mi primo) creyó que se había ido antes, solo, así que se fueron a la Municipalidad pensando que lo encontrarían ahí, pero no estaba. Nunca supimos qué pasó».